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sábado, 31 de marzo de 2012

Calma

Hace meses que no escribo aquí. No es que no tenga nada que decir, pero a su vez es como si, efectivamente, no lo tuviera. Y es que a veces las cosas simplemente van bien. Tienes trabajo, una carrera, amig@s, una pareja estupenda, salud... Y lo que es más importante, te parece suficiente. Entierras descabellados anhelos, aceptas lo que hay. Te caes bien a ti misma, eres feliz y esas cosas.


Después de la tempestad simpre llega la calma. Y a veces, cuando el drama se esfuma, descubres que te queda poco o nada que escribir. Por supuesto que hay miles de cosas en el mundo sobre las que hacerlo, pero algunos blogs, todo hay que decirlo, tienen el fin de satisfacer un deseo ególatra que, empujado por los cangrejos de dolor punzante que se han instalado en la boca del estómago, nos llevan a escupir trozos de nuestra realidad al ciberespacio.


Por supuesto que te queda mierda dentro, simpre queda, luego depende mucho de tu habilidad para expulsar pensamientos depresivos de un cerebro a menudo demasiado hiperactivo. Pero es cierto que hay mierda de esa que lleva toda la vida ahí, tiene su rinconcito, has aprendido a vivir con ella, es lo que hay.


Ahora eres una tía menos intensa, de esas que se preocupa por las dimensiones que está adquiriendo su culo, de si la celulitis que campa en la retaguardia desaparecerá si se frota con cremas, o llegará a tiempo a la operación bikini. Banalidades. Pero banalidades felices al fin y al cabo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Coherencia: Actitud lógica y consecuente con una posición anterior.

Coherente: Que tiene coherencia.


Estas son las definiciones que aportan los eruditos de la RAE a palabras tan gordas, pero en su "infinita sabiduría" se les olvidó apostillar: conseguirla es difícil de cojones.

Y es que en el camino de ser más madura, blabla y todas esas cosas, he descubierto que la coherencia es tan indispensable y apreciada, como complicada. Que lo que se dice y lo que se haga sean lo más similares posibles es un ejercicio contínuo de integridad, memoria y autodisciplina.


Pero muchas veces te sientes terriblemente sola en esta cruzada por ser consecuente, que no digo que lo consiga, y a menudo te encuentras a ti misma enarcando una ceja mentalmente (y en casos muy flagrantes no tan mentalmente) y pensando "pero tú, alma de cántaro, ¿¿¿no decías ayer mismo que tal y cual pascual, que la abuela fuma y no tiene tabaco y hoy resulta que si???"


Si, la incoherencia es un error muy humano, pero que lo sea no significa que me guste. Opino que nuestras ideas, principios, opiniones y juicios son parte de lo que somos y en el momento que alguien que esgrime unos argumentos con admirable convicción, arrancándonos un aplauso interior por ser tan firme en sus convicciones, para poco tiempo después echar por tierra con sus actos sino todo, gran parte de lo que ha salido por su boca, provoca una sensación bastante desagradable.


Me gustan las palabras, pero acompañadas de los actos. Me gusta la coherencia, porque es la mejor forma de asegurarme que conozco a esa persona y poder aceptarla tal y como es, sin falsas expectativas, ni grandes decepciones.


A veces me da por pensar, ¿es que la coherencia ya no se estila?

sábado, 19 de noviembre de 2011

Pasear descalza por el parque II

El parque siempre había estado ahí, inicialmente uno de los pocos pulmones verdes en aquella ciudad, antaño gris, que se había tornado moderna y emergente, puliendo una belleza que siempre existido para quien quisiese verla.


No era el habitat natural de ella, había estado allí, si, paseando en un enorme triciclo rojo que alquilaban en la caseta en su tierna infancia, e incluso había respirado la tranquilidad de tumbarse al sol en el cesped, sin más compañía que un libro, en temporadas que su vida personal la perturbaba sobremanera, pero nunca había sido una constante en la vida de ella.


Pero lo cierto es, que llevaba unos pocos meses pasando horas que desearía que fueran eternas en aquel parque. Primero en el cesped, después, cuando la hierba se volvió fría, en los bancos. No iba sola al parque, iba con ÉL, el nuevo él de su vida. Y resulta que había descubierto la felicidad en la más absoluta sencillez: un parque, un par de cervezas, caricias, susurros, unas manos entrelazadas y besos, cientos de miles de besos al son de un tímido y titubeante te quiero.


Ella no buscaba nada más, opinaba que los actos grandilocuentes solo enmascaraban la verdadera naturaleza de las cosas, pero en ocasiones, temía ahogarse entre tanta sencilla perfección. Quería vivir el momento, y realmente deseaba con todas sus fuerzas poder abrirse, y reconocer ante él que la había ganado, poco a poco, sin hacer nada, solo con su compañía, pero realmente temblaba ante aquel punto de inflexión.


Abrirse, equivalía a mostrarse vulnerable, reconocer ese pellizco en el estómago cada vez que llevaban demasiados días sin verse, suponía demostrar necesidad. Si destapaba la urna de sus sentimientos, temía que los días de sencillez en el parque terminarían, dando paso a complicadas tardes en algún nuevo lugar, pero también sabía que no podría quedarse en el parque por siempre. Dificil cuestión.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Comparando

¿Por qué no vemos que realmente todo puede ir mejor hasta que no tenemos con qué compararlo? Porque efectivamente todo puede mejorar, y una vez que sucede, no entiendes como pudiste dudar antes. La vida es cíclica, unas veces se está arriba, y otras abajo, sólo depende de la personalidad y circunstancias de cada cual el periodo que se está en cada una de las posiciones. Todo pasa por algún motivo, las cosas van, vuelven, nos estallan en la cara, o nos sorprenden gratamente. Hay que estar preparado para todo, no sólo para encajar lo malo, sino para aceptar y saber ver lo bueno también. Porque a veces, en medio de cierta oscuridad, solemos olvidarnos de que nos merecemos lo bueno, que también nos toca un trozo de esa tarta y que las malas rachas también llegan a su fin. A veces nos damos cuenta solos, otras, necesitamos encontrarnos a gente fantástica que nos enseñen el camino. Me suele costar verla, pero existe, y doy las gracias por ello.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Química de ida y vuelta

Se supone que cuando conoces a alguien hay feeling, química, o como se diga, pero todo viene a decir lo mismo, que las conexiones de tu cerebro se descontrolan, sin saber de dónde procede esa oleada de sensaciones. Suelo ser inmune a ella, porque un exceso de química a veces hace estallar cosas por los aires, dinamitando hasta el más cínico de los pensamientos que tanto tiempo y veneno suelen requerir.


Hasta ahí la teoría, porque mi cabeza, y lo que no es mi cabeza, lleva poco más de una semana en una sucesión de fuegos artificiales, a cual más espectacular y ruidoso. ¿La culpa? Un alguien que no sé de dónde ha salido y que me derrite absolutamente, aunque me empeñe en disfrazarlo con sarcasmos e ironías varias.


Puede que hacerme esta pregunta lo estropee todo, pero ¿hay vida más allá de la explosión de tantas hormonas, química, pasión y besos robados?


Realmente no creí que pudiese volver a pasarme a mí.

sábado, 20 de agosto de 2011

Sexo en ninguna ciudad





Esta entrada corre peligro de ser un artículo aparecido en una mezcla de la ya desaparecida SuperPop (D.E.P.) y la tan "aventajada" Nuevo Vale. Y es que las infinitas reposiciones de Sexo en N.Y. que ofrece Divinity han hecho un poco de mella en mis reflexiones sobre qué es lo que quiero hacer con mi cuerpo serrano, aunque espero poder exponerlas de una forma más realista y menos trasnochada que Mrs. Carrie Bradshow, que siempre ofrecía una versión edulcorada de las relaciones.

En mi caso me centro más bien en la ausencia de ellas, y no me refiero al celibato, sino a la soltería, estado en el cual me siento bastante a gusto. No me gusta dar explicaciones, y ahora mismo por nada del mundo tengo yo el alma preparada para dejar a nadie anidar en él, y así es como, creo, quiero estar. Ahora viene la segunda parte del asunto. Que quiera estar soltera, no significa, ni por asomo, que mis hormonas no sufran revoluciones que ni el mayor halijo de chocolate belga pueda parar, y ahí empiezan mis tiernas dudas.



Humanamente, me gusta el sexo, y mi cuerpo no hace ascos a alegrías varias, pero es que no sé a qué atenerme. El rollo de una noche nunca me ha gustado. Es decir, puedo liarme con alguien una noche pero sin incluir el sexo en el menú, suelo preferir dejarlo para el día siguiente, si el trailer me deja con ganas de ver la peli. Acabar en casas de desconocidos, sórdidos hostales, o peores sitios, nocturnamente aconsejada por unos cubatas en sangre me parece tener los boletos de que pueda ser más que insatisfactorio. Luego las cosas pasan como pasan, pero preferentemente no me gusta encontrarme en esta situación.


También está la socorrida y modernísima forma de sexo: FOLLAMIGOS. En ello me ando ahora. En realidad soy reincidente en el mismo cuerpo, que tres años atrás dejé de catar por motivos de emparejamiento. Le veo la gracia al asunto, es divertido, y sé qué es lo que me voy a encontrar siempre. Pero tampoco lo disfruto al 100%. ¿Será que no soy lo suficientemente moderna? Pues es posible. Aunque más tiene que ver con el enganche que esta persona me suele causar, que consigue que haya días en los que me parece genial, y otros en los que el envenenamiento por Polonio parece la mejor opción. Pero suelo volver a él, me parece adorablemente ostiable, y eso no es bueno. Lo idealizo, pienso que ojalá lo conociese fuera de la cama, tener la opción de decir, "pues no majo, resulta que me caes mal" o tal vez todo lo contrario. Pero sé de qué va el tema, y que mi autoestima no ande por las nubes no significa que me vaya a inmolar y decirle algo bonito, pero presiento que esto va a terminar como el rosario de la Aurora, no porque esté enamorada(puede que platónicamente si), sino porque voy a acabar cabreada por la desatención in crescendo, me conozco, y él con una cara de "solo puedes tener mi cuerpo babe" Con lo que deduzco que el follamiguismo no está hecho para mí, o al menos no con él.


Quizá me falte fortaleza mental, o autoestima, o todo a la vez, o simplemente no sé lo que quiero. No quiero pareja, se supone que estoy disfrutando de mi soltería y libertad, pero nada me convence, o lo que me convence no lo consigo. Puede que me haya dejado llevar por la modernidad y cierta banalización del sexo que nos envuelve, como si no practicarlo nos excluyese de ser ciudadanos de mundo, o el todos con todos fuese la mejor opción. No lo sé. Ni mojigata, ni pornstar, pero algo se me escapa.

sábado, 13 de agosto de 2011

Borde no, esquina

A veces soy odiosamente borde; imprimo una mala leche desmesurada en comentarios triviales que hacen temblar al que los recibe. Una noche de fiesta, algún avispado "simpático" y pum, ostia verbal al canto. No es que sea ácida, directamente rozo la agriedad, y noto como se me escurre entre los labios. Es en esos días en los que mi habilidad para sociabilizarme se encuentra bajo mínimos, mi nivel de hostilidad es inversamente proporcional, y mis respuestas, aunque he de reconocer ingeniosas, son de un nivel de malfolladismo muy alto. Me molesta ser así cuando lo hago injustificadamente, y más por la sensación de no controlar lo que estoy diciendo. Solo siento la bomba cuando la oigo explotar. Y mi otro yo, el amabílisimo, que suele salir cuando no debe también, tiembla en su puesto. Escribo esto porque anoche me pasé, y mucho, no recuerdo textualmente, pero transgredí ciertas líneas de bordería con las que no me siento cómoda, y es mi forma de disculparme conmigo misma. Voy a trabajar en mi, porque haber alcanzado un nivel de amargura de solterona cuarentona con diez gatos antes de los 25 es, cuanto menos, inquietante. No quiero ser así, necesito reconectar con el mundo, y visto lo visto, tengo un laaaargo camino por delante.